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El 19 de septiembre de 1985 marcó un doloroso parteaguas en la historia de los años recientes. Un terremoto registrado a las 07:17:47 hora local, que alcanzó 8.1 (MW) de magnitud sacudió a la Ciudad de México.

Ante la tragedia, el presidente Miguel de la Madrid Hurtado optó por refugiarse en su closet. La sociedad civil se vio en la necesidad de autoorganizarse. Durante algunos días asumió de facto el poder y emprendió las principales tareas de rescate. Carlos Monsiváis atinadamente destacó: “La experiencia del terremoto le dio al término sociedad civil una credibilidad inesperada”.

En esos amargos instantes, las primeras noticias sobre la catástrofe fueron proporcionadas por la radio –el “gran tambor tribal”, de acuerdo con Marshall McLuhan-. Una gran parte de la Ciudad de México quedó sin luz y Televisa permaneció cinco horas fuera del aire por el derrumbe de las instalaciones de avenida Chapultepec 18.

En esas horas de profundo dolor e incertidumbre, las estaciones de amplitud modulada (AM) realizaron importantísimas funciones de vinculación y enlace ciudadano. Podemos afirmar que de la conmoción generalizada surgieron una radio y una ciudad distintas.

Apenas el pasado 8 de septiembre se registró un fuerte terremoto, de 8.2 grados de magnitud en la escala de Richter, con epicentro en Tonalá, Chiapas.

El sismo evidenció las limitaciones de la Coordinación de la Estrategia Digital Nacional (EDN), que entre sus muchas asignaturas pendientes destaca el resultar mínimamente útil a la ciudadanía en situaciones de emergencia y desastre, además de las recomendaciones que recientemente recibió de la OCDE.

También exhibió el egoísmo de los 500 diputados federales, quienes acordaron donar la fabulosa suma de un día de su salario a damnificados en Chiapas y Oaxaca, sumando 8 millones de pesos.

El martes 19 de septiembre, 32 años después del macabro sismo de 1985, a las 13:14 horas, otro terremoto sacudió a la CDMX. Se estima que 4.5 millones de personas fueron afectadas por la interrupción de la energía eléctrica.

Ante las dilaciones burocráticas, por elemental realismo deberíamos cambiar aquella frase de “un soldado en cada hijo te dio” por “un burócrata en cada hijo te dio”, de nueva cuenta irrumpió una decidida sociedad civil, la sociedad civil 2.0, que además de recurrir a la pala, el pico, el tapabocas en las acciones de rescate y salvamento, incorporó inteligentemente el uso de sus dispositivos digitales en las operaciones de salvamento y rescate.

Las acartonadas cadenas de televisión abierta fueron rebasadas por las redes sociales, esas que tanto usan los estúpidos, como afirman algunos arrogantes intelectuales, miopes, ajenos a la realidad, tan acentuadamente análogos.

La utilidad de Facebook, Google y Twitter en situaciones de emergencia y desastre ha sido demostrada en no pocas ocasiones. Por medio de redes sociales y dispositivos móviles principalmente, los brigadistas reconocieron mejores formas para auto organizarse, solicitar y canalizar la ayuda donde más se necesitaba.

Sensibles a la tragedia, AT&T, Telmex y Movistar comunicaron que liberaron sus servicios de mensajes, llamadas, datos y sitios WiFi en apoyo.

En los días recientes, la palabra solidaridad, término que tanto se degradó en el salinato, recuperó todo su significado gracias a las numerosas muestras de épica ciudadana a cargo de cada una de las personas que participaron en las tareas de ayuda y rescate.

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