Cuernavaca.— Camino al encuentro con sus clientes, piensa en cumplir con su labor, colocar los impresos en buzones o manos de los destinatarios y, eventualmente, encontrar rostros sonrientes y sorpresas provocados por la recepción de una carta social, pero eso es casi imposible porque México perdió el habito de escribir y mandar cartas.

“Nos alcanzó la tecnología. Nuestros padres usaban el correo social, pero hoy con el internet y los teléfonos se está dejando esta actividad. Mis abuelos tienen cartas de cuando eran novios, y yo mismo tengo cartas de alguna chica que me escribió o le escribí y es algo para atesorar. Es más, considero que es mejor tener algo impreso que un texto de teléfono”, comenta Jorge García Hernández, encargado de despacho de la administración de Correos en Lomas de Cortés, Cuernavaca.

Su amigo Carlos Ramírez Cruz, encargado de la Jefatura de Carteros, añora las emociones que expresaban las personas que recibían cartas de sus seres queridos.

Pero un hubo un tiempo que los carteros eran indispensables para la comunicación escrita, como Pablito, quien en la década de los 90 tenía una clienta —en el poblado de Santa María Ahuacatitlán, norte de Cuernavaca— que no sabía leer y cuando él llegaba la señora le abría la puerta, Pablito entregaba la carta, y ella se la devolvía para que se la leyera.

“El cartero estaba enterado de los hermanos, los tíos, de todo lo relacionado con su clienta, pero nunca lo divulgaba. “Sabemos que siempre que llevaba cartas a esa casa las leía a la señora. Ese es el nivel de confianza que se tienen entre carteros y receptores de correspondencia y así sucede hasta la fecha”, asegura García Hernández.

Montados en sus motos, los carteros sortean los peligros que corren en las calles, como los asaltos o el robo de sus vehículos, pero no hay reportes de abusos contra los portadores de las noticias en papel.

—¿Hay carteros que se resistan a dejar la actividad?

—Sí. Tengo un compañero que ya está algo grande, y cuando se me dio la oportunidad de trasladarme de la Ciudad de México a Morelos le dije a mi compañero que si no le interesaba ascender y me contestó que no. “Soy feliz siendo cartero”, me dijo y así como él tenemos otros compañeros que están para jubilarse, pero siguen trabajando.

“Hay uno que laboró más de 34 años y hace un año se retiró, pero no quería irse porque comentaba que le gustaba su trabajo y una vez dio que si se iba no sabría qué hacer”, narra Jorge García.

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