México mantiene relaciones bilaterales con 158 naciones, pero solo una tiene carácter binacional, pues únicamente con Estados Unidos compartimos una gigantesca frontera de 3,152 Km2, y muchos descomunales nexos. Esa vinculación solo es comparable con la que tenemos con la amada España, pero ni existe la vecindad territorial, ni los nexos tienen la misma magnitud. En su estupendo libro “Prisioners of Geography”, Tim Marshall destaca la influencia decisiva de la geografía en el destino de los pueblos, al grado de ser sus prisioneros. Con conocimiento de causa, Napoleón afirmó que “geografía es destino.” Nuestro determinismo geopolítico, por ende, es responsable de la excepcional binacionalidad con el vecino del Norte, lo que muchas veces es desconocido, mal comprendido o desvirtuado por los líderes políticos.

Para entender cómo se forjó esa binacionalidad, los dolorosos episodios que implicó su proceso, y hasta donde nos ha conducido, debemos leer el recién publicado libo (INEHRM); “Historia Binacional. México-Estados Unidos”, coordinado por la Doctora Patricia Galeana. Tras muchos avatares, dilaciones y años, finalmente ve la luz esta brillante iniciativa de Patricia, cuya originalidad radica en que aborda la señalada binacionalidad, desde una perspectiva binacional. Ella escribió el capítulo sobre el siglo XIX, yo el de los siglos XX y XXI, y los estadounidenses Peter L. Reich y Carlos Alberto Contreras hicieron lo propio. Por primera vez se presenta la visión contrastada de mexicanos y estadounidenses sobre la evolución de nuestras muy atribuladas relaciones, que a lo largo de ya casi tres siglos de encuentros y desencuentros, han forjado una dinámica y próspera integración regional. Prueba de ello es que el comercio supera los 500 mil millones de dólares anuales, México es el principal socio comercial de Arizona, California y Texas, y el segundo de otros 29 estados. Cada minuto intercambiamos productos y servicios por un millón de dólares; seis millones de empleos en EUA dependen del comercio con el vecino, la inversión estadounidense en México supera los 150 mil millones de dólares, y la de los mexicanos en aquella nación es la séptima en importancia. Allá viven 35 millones de mexicanos, y acá más de un millón de estadounidenses. Cada día cruzan pacíficamente la frontera un millón de personas y 300 mil vehículos; los 10 estados fronterizos conforman la cuarta economía del mundo, etc.

Aunque los autores no nos pusimos de acuerdo, realizamos un análisis muy semejante, destacamos los mismos episodios, y llegamos a conclusiones similares. La razón de ello es que efectuamos el análisis de forma objetiva y realista, que es exactamente lo que los políticos no hacen. Como lo demuestra estridentemente Trump, la relevancia de la omnipresente binacionalidad (EUA tiene muchas relaciones prioritarias, pero ningún otro país incide tanto en su vida interna) es determinada por los mezquinos beneficios personales que, su manipulación, pueda brindarle. Nuestra relación no es lo que es, sino el grotesco pretexto para declarar una inexistente crisis de seguridad fronteriza y un estado de emergencia nacional. Ello para obtener fondos para su nefasto muro, que no es necesario, pero si una promesa de campaña para complacer a su ignorante base de red necks. La mejor manera de contrarrestar las mentiras y las fake news típicas de los demagogos contemporáneos, es leyendo libros como este, que demuestran objetiva y racionalmente que nuestro binacionalismo es algo excepcional, que ha creado riqueza material, cultural y humana. Tan solo es una amenaza para la superpotencia en los slogans publicitarios de su racista antimexicano presidente.

Internacionalista, embajador de carrera y académico.

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